Marcelino nace en plena revolución francesa. Hereda de su padre el espíritu activo y tenaz, su habilidad para los trabajos manuales, su dedicación a la promoción social y su entrega a favor de los humildes. De su madre, la religiosidad y el espíritu mariano.
No tenía mucha vocación para el estudio, pero en 1804 un sacerdote se fija en él diciéndole: debes estudiar latín y hacerte sacerdote, Dios lo quiere. Su decisión desde entonces fue irrevocable.
Tuvo muchas dificultades en su rendimiento, pero su tenacidad fue mayor y el 22 de julio de 1816, a sus 27 años, fue ordenado sacerdote. Al día siguiente se consagra a María junto con otros hermanos y se comprometen a establecer la Sociedad de María.
El 2 de enero de 1817 nace la congregación de los Hnos. Maristas.
Colmado de méritos y trabajos, entrega su alma a Dios el 6 de junio de 1840.
El 29 de mayo de 1955 es beatificado por el Papa Pío XII y el 3 de julio de 1998 el Papa Juan Pablo II firma el decreto de canonización, por lo que hoy podemos invocarlo como San Marcelino Champagnat.
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